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Revelaciones que confirman las razones de Cuba.

Revelaciones que confirman las razones de Cuba.

Testimonios inéditos del agente de la Seguridad del Estado
"Vladimir", quien durante más de 25 años estuvo infiltrado dentro de
la contrarrevolución.



Homenaje de sus compañeros de
la Aduana



 





Moisés Rodríguez Quesada le sabe a la historia de los grupúsculos
contrarrevolucionarios en Cuba. Vivió entre ellos. Por eso cuando le piden
despojarse del velo de la memoria alude a un año: 1980.



Fue en esa época que conoció a Elizardo Sánchez Santa Cruz Pacheco, El Camaján.
"Ahí iniciamos una relación" que también se extendió a "otros
vinculados con él, en el propósito de crear un movimiento de ‘derechos humanos’
en el país", en correspondencia con el añejo interés del gobierno de
Estados Unidos de acabar con todo aquello que huela a Revolución en la Isla.



La punta de lanza era esa, pero "ya después Washington
ordena que no solamente se crearan esos grupos sino también de artistas, de
profesionales de diferentes ramas…, en fin, los de corte político",
rememora Moisés, quien fuera primer vicepresidente del llamado Comité Cubano
Pro-derechos Humanos surgido por aquel entonces.



"Estuvimos un tiempo tratando de acordar cómo haríamos y además escuchando
las órdenes de los amos: me refiero a la Sección de Intereses de Estados Unidos, que ya
funcionaba aquí en La Habana
como centro de diseño y dirección de la contrarrevolución", asegura este
hombre de hablar sereno.



El contexto era propicio. Los acontecimientos en Europa en las décadas de 1980
y 1990 fueron caldo de cultivo para esos grupúsculos tras colapsar el campo
socialista. "Se intenta fabricar un cierto paralelismo en Cuba",
expresa.



Fue "un periodo en el que los funcionarios venían de Europa del Este para
‘la gran ofensiva’", como si se tratara de la estocada mortal contra el
socialismo cubano.



"Yo participaba en reuniones con los norteamericanos y con la cúpula de la
‘disidencia’, en las que se pronosticaba que esto se iba a pique, que faltaban
días para el derrumbe de la
Revolución, y hasta festejaban por adelantado", recuerda
Moisés, ya en ese instante Vladimir para los Órganos de la Seguridad del Estado, y
a quien le habían confiado la misión de penetrar el mundillo de los que dicen
pertenecer a una oposición política, pero que en realidad –según confiesa este
trabajador aduanero--, en la mayoría de los casos, cuando tienen "el
primer chance, lo que hacen es irse del país, o en el tiempo de espera hacerse
de dinero".



Incluso, dice, "mi casa sirvió para varias reuniones". Uno de esos
encuentros fue una denominada "cumbre paralela" a la Iberoamericana que
transcurría en La Habana.
Se trató de aprovechar la presencia de los presidentes
"para regalar una imagen de que teníamos una oposición organizada".



De acuerdo con el criterio de Moisés, la SINA ha sido ‘el laboratorio’ donde se formuló
"‘químicamente’ lo concerniente a ese movimiento de supuestos defensores
de ‘derechos humanos’. Ellos fueron los padrinos de cada proyecto del
experimento, como la llamada Concertación Democrática Cubana, la Coalición Democrática
Cubana, el Concilio Cubano, La
Patria es de todos, Todos Unidos…, siempre con un fin: tratar
de unir a la contrarrevolución".



Sin embargo, "cada grupo tenía una característica diferente", narra
Moisés al especificar que "lo mismo podían ser de dos personas, que de
tres, cuatro o diez", y a tenor con eso "nos daban una orientación,
órdenes para cumplir".



En su opinión, con el paso del tiempo y los pocos resultados que obtuvieron
"se habrán dado cuenta que planificaron algo que al final les salió
mal".



DE TURNO EN LA
OFICINA



Cuando
piensa en esas
cosas, Moisés dice que para él la
Sección de Intereses de EE.UU. en La Habana es además, como
"un lugar tenebroso".



Desde el año 1988 hasta el 2005, tuvo relación con todos los jefes y
funcionarios que pasaron por la
Oficina. "Ha habido diferentes administraciones en
Washington que han levantado un poco más o menos la parada con relación a la
agresividad contra la
Revolución cubana y, por supuesto, quien estuviera de turno
recibía las orientaciones, y a partir de ahí trabajaba con nosotros".



Recuerda que "en 1992 vino a La Habana Vicky Huddleston como enviada del
Departamento de Estado para ‘conversar’ con la Comisión Cubana de
Derechos Humanos y Reconciliación Nacional en busca de apoyo a la recién
firmada Ley Torricelli".



"La reunión se hizo ---explica --- en la oficina del jefe de la SINA y participamos los
cuatro miembros que presidíamos la estructura de la comisión. El objetivo que
traía ella era lograr que nosotros nos pronunciáramos a favor del bloqueo;
querían que se justificara esa guerra económica de Estados Unidos contra
nuestro país, especialmente ante la opinión pública internacional".



En esa coyuntura fue que Moisés conoció a Vicki Huddleston,
"posteriormente jefa de la SINA. Aquello fue un adelanto de lo que sería su
mandato. Bastante fuerte, por cierto".



A partir de ahí tuvo también ‘la oportunidad’ de relacionarse con Robin Diane
Mayer, segunda Secretaria Político Económica de 1994 a 1996; Timothy Zúñiga
Brown, primer Secretario Político Económico entre 1997 y 1999 y Victor
Vockerodt, con igual cargo que Diane en la etapa 1999-2002, y Steven Rice,
vicecónsul de 1995 a
1999.



"Por ejemplo, el período de Mayer coincidió con el surgimiento del
Concilio Cubano, que para mí fue el momento en el que en la Casa Blanca se empeñó
más, porque presumía que ya era el fin de la Revolución. Y
pensaron crear una cabeza de playa con un líder o con un liderazgo en los
grupúsculos de ‘derechos humanos’, en el plano interno".



Eso fue alrededor del año 1995. Para entonces la SINA "logra crear
artificialmente entre nosotros, y con mucho esfuerzo, algo así como una unión
de distintas organizaciones. Ellos decían que numéricamente eran como 300, pero
físicamente no llegaban a 150".



Pero había que hacer un informe, mandar un papel; no importaba que las
estadísticas estuviesen alteradas con congregaciones fantasmas. La matemática
no podía fallar: "mientras enviáramos más reportes de agrupaciones, más
nos pagaban, más dinero mandaban". Sustento financiero que "estuvo
directamente ligado a los grupos de la mafia de Miami, utilizados por el
gobierno norteamericano para canalizar las grandes sumas de dinero".



Al pasar cuenta sobre algunos de aquellos funcionarios de la SINA a los que accedió,
Moisés señala que la diplomática "Robin Diane Mayer, quien venía de Europa
del Este, era toda una especialista". "Estoy seguro ---añade--- que
su gobierno apostó por ella en ese objetivo de acabar con la Revolución".



Sin embargo, la Mayer,
que había llegado con los vientos que soplaban por el derrumbe del socialismo
europeo, "se tuvo que ir sin cumplir su encomienda".



Le sucedió Zúñiga Brown. Vino "con un ‘buen’ expediente" y
presuntamente listo para "realzar una oposición cuando buena parte de sus
integrantes se habían ido"; incluso, debía "tratar de aguantar la
estampida que se produjo por medio del Programa de Refugiados, que ellos mismos
inventaron para estimular el trabajo de la contrarrevolución en Cuba".



Brown, pese a que tampoco pudo hacer mucho, mantuvo una gran actividad con los
grupúsculos durante su estancia de dos años en La Habana. "El nivel de
relaciones que tuvimos fue amplio. Ya al final de su estadía aquí como primer
Secretario Político Económico de la
SINA es que él me propicia que vaya a Estados Unidos",
con la coartada de que "yo iba a Costa Rica a un curso en el Instituto
Interamericano de Derechos Humanos, el cual tenía vínculos con la Comisión Cubana de
Derechos Humanos".



El propio diplomático –o mejor dicho, la SINA-- le costeó el viaje a Moisés en 1999, pero,
¡qué curioso!, no fue a San José, porque lo mantuvieron todo el tiempo en
Estados Unidos, de acuerdo con la agenda de trabajo previamente concebida.



Eso le permitió reencontrarse "con varios contrarrevolucionarios cubanos
que habían emigrado hacia aquel país como Ricardo Bofill, Adolfo Rivero Caro, y
otros que conformaban la palestra de grupúsculos en Miami. Y un detalle: si los
grupúsculos de La Habana
están divididos, los de Miami también lo están; incluso, desde allá mandaban a
los de Cuba a seguir cada uno por su lado", explica Moisés.



Sucede que tanto dentro como fuera de la Isla, la causa principal de la fractura de esos
grupúsculos es la ambición de protagonismo y dinero. Precisamente, fue uno de
los motivos de la pelea entre Elizardo y Bofill. Se fajaron por unos dólares y
destruyeron la primera Comisión de Derechos Humanos.



Rememora que durante ese viaje a EE.UU. también logró establecer relaciones con
la organización Freedom House, a la que pertenecía el agente de la CIA Frank Calzón
(actualmente director ejecutivo del Centro para una Cuba Libre), que había
aprobado entonces un presupuesto de 49 000 dólares destinados a la supuesta
ayuda a presos y sus familiares, así como para sufragar los gastos de la
denominada Comisión Cubana de Derechos Humanos y Reconciliación Nacional.



También Moisés se reencuentra con Robin Diane Mayer –quien para ese momento
ocupaba un puesto importante dentro del gobierno estadounidense-- y además,
conoce a Victor Vockerodt, luego nombrado en la SINA, para tratar "de armar la ya
desmoralizada y diezmada contrarrevolución".



Justo con la presidencia de George W. Bush en la Casa Blanca se
recrudeció mucho más la política de subversión contra Cuba, que halló en James
Cason (2002-2005) a uno de sus principales ejecutores en La Habana. "Permaneció
aquí como jefe de la SINA
parte del mandato de Bush, y su accionar resultó bastante agresivo".



Con el nombrado cabo Cason "es cuando se hacen las grandes reuniones de la
contrarrevolución en la casa de un jefe de la SINA", comenta Moisés al mencionar uno de
los hechos más repugnantes de los que fue testigo. "En el año 2004 ---dice---
se imita una votación para las elecciones presidenciales en la residencia de
Cason. Los que asistimos parecía como si nos hallásemos en Estados Unidos.
Había un clima allí de agresividad, de odio hacia a la Revolución cubana
bastante peligroso. Se le dieron vivas a Bush en algún momento de la noche, y
casi todos los presentes votaron a favor de su reelección como
presidente".



Moisés aún conserva un pase permanente de entrada a la SINA, firmado por el segundo
jefe de la Sección
en aquellos momentos. "Yo podía ir cuantas veces quisiera. Tenía la
oportunidad de ser atendido, solamente por mi expediente histórico como
‘contrarrevolucionario’: esa era la garantía".



ESENCIAS DEL MERCENARISMO




Grupúsculos o individuos contrarrevolucionarios como los que tan bien conoció
Moisés, resultan piezas indispensables para echar a andar la maquinaria de
subversión promovida por distintas administraciones de la Casa Blanca. Ellos
constituyen el sustento de esas campañas de descrédito contra la Revolución, que
justifican la hostilidad contra Cuba. Es una estrategia que se mantiene y se
acrecienta.



El pasado 23 de febrero, un comunicado del presidente Barack Obama no escatimó
adjetivos para exaltar a la contrarrevolución y a su vez, manipular el primer
aniversario de la muerte de un recluso que había sido sancionado por delitos
comunes, y a quien Washington, el sector más recalcitrante de Miami y Europa
convirtieron en ‘disidente’ con el apoyo de los medios de desinformación al
servicio del imperio.



Obama ignoró el alerta que desde el 15 de abril del 2009 le hiciera el actual
jefe de la SINA,
Jonathan Farrar, cuando comunicó al Departamento de Estado su evaluación
–revelada hace poco por un cable de WikiLeaks- de que la llamada disidencia
está desconectada de la vida del país, sin influencia en las generaciones más
jóvenes, y que son prácticamente desconocidos fuera del círculo de los
diplomáticos extranjeros y la prensa.



"Esos grupos –apunta Moisés-- han sido los principales interlocutores y
los ‘informantes’ hacia el exterior en el más reciente capítulo de manipulación
montado en torno a la Isla,
y que tiene como protagonistas a presos y personas ligadas a esa
"disidencia" que deciden hacer huelgas". Pese a que ha estado en
juego la vida humana, la
Casa Blanca ha visto la posibilidad de fomentar con ese tema
una megacampaña contra nuestro país.



Aunque no es solo eso. Para Moisés resulta una verdad incuestionable que a los
integrantes de esa denominada oposición "mientras más digan lo que afuera
quieren escuchar, les pagan más y mejor".



En su retrospectiva vuelve a retomar anécdotas sobre su visita a Estados
Unidos. "Estuve en los estudios de Radio Martí", apunta, donde
participé con Emilio San Román --quien entonces presidía las transmisiones
hacia Cuba en la emisora--, en una reunión". Lo que se abordó en ese
encuentro no daba margen a dudas: el sustento del medio anticubano radicaba en
la cantidad de información que fluyera de la Isla, cuanto más tergiversada mejor. En temas de
manipulación ellos han sido históricamente "muy buenos", puntualiza.



"Además, Radio Martí responde a un presupuesto que sale del gobierno
norteamericano, y está destinado a pagar las acciones que justifican las
agresiones contra nuestro país", añade.



En otro momento del diálogo, Moisés se refiere a la manera en que fueron
acuñados los términos de ‘preso político’ o ‘prisionero de conciencia’. Eso
–dice-- "se lo ‘vendieron’ a Elizardo Sánchez, porque la llamada Human
Rights Watch ha incorporado este lenguaje para tratar de diferenciar y justificar
a los prisioneros contrarrevolucionarios, dándole la nomenclatura de que ‘por
pensar’ están en la cárcel, y eso no es verdad. Ellos reciben grandes sumas de
dinero por lo que hacen y además, gozan del beneficio de poder irse para
Estados Unidos al pasar esta ‘prueba’. Ese es el premio final.



"Por cierto, muchos de los que se fueron por esa vía, se convirtieron
luego en uno más del montón, y se percataron que no es tal la ayuda ni el
apoyo. Es más, allá no le dan la misma importancia que cuando estaban en Cuba,
porque al irse ya no le reportaban ninguna ganancia al gobierno estadounidense.
Pasaban a ser como un cero a la izquierda, una especie de mercancía de
segunda".



En más de 25 años como agente de la Seguridad del Estado, Moisés Rodríguez Quesada
(Vladimir) tuvo la posibilidad "de haber conocido a casi todos, para no
decir a todos, los que han estado metidos en el negocio de la contrarrevolución
en Cuba. Si la SINA
es el Cuartel General, la casa de El Camaján, por ejemplo, es como la embajada
de esa contrarrevolución, lo sé porque viví ahí durante seis años.



"Elizardo siempre ha tenido muchas ansias de poder. El hecho de que
manejara listas de reclusos, mapas con el lugar exacto de las prisiones, le
daba una aparente actualización sobre el tema de los derechos humanos en Cuba.
Esa fue la tarea fundamental que la
SINA le dio desde el principio.



"En una ocasión corrió el rumor de su posible doble identidad. Decían los
norteamericanos que les había llegado que podía ser de la Seguridad cubana, sin
embargo sostenían que eso no les interesaba, lo importante para ellos eran los
informes que hace para Ginebra, por supuesto con el objetivo de condenar a Cuba
por supuestas violaciones de derechos humanos. Todavía hoy Elizardo sigue
siendo la fuente de información más ‘confiable’ de la SINA en este tema."



"La contrarrevolucionaria Martha Beatriz Roque le pidió en una ocasión a
Elizardo durante una reunión, que la impulsara en el mundo de los grupúsculos y
le dijo: ‘Me hace falta que me ayudes a escalar’. Ella siempre ha buscado el
protagonismo; pensó que una Asamblea de mercenarios le resolvería el problema
para el resto de sus días, que obtendría grandes sumas de dinero, incluso a
cada rato saca un proyecto diferente. Es una mujer que ha pretendido hacerle
mucho daño a la Revolución
cubana.



"Y así es todo. Pienso que en estos años los métodos utilizados han
cambiado, han sufrido como una metamorfosis, pero la esencia ha sido siempre la
misma: lacerar el prestigio de la
Revolución, hacer creer que aquí existe una oposición, y eso
es mentira."



Moisés sabe también que esos asalariados "lo primero que buscaban era un
aval político para presentarlo en el Programa de Refugiados de la SINA, que al final se
convirtió en un boomerang: pretendieron estimular a la contrarrevolución, pero
a la vez los principales cabecillas o buena parte de ellos se fueron por esta
vía. No conocí a uno realmente sincero. Todos tenían la esencia del servilismo,
del anexionismo y del mercenarismo".



EL ÚLTIMO ROUND




Moisés finalmente logró la "descompresión", como él mismo resume
tantos años de pasar por otro y de sentirse ajeno. A partir de ahora mirará
directamente a los ojos de sus hijos, quienes quizás no entendieron en algún
momento su distanciamiento de las reuniones de padres en la escuela o su
aparente apatía. Sus vecinos y compañeros de trabajo también dejarán de
evaluarlo como "el tipo medio raro" y vuelve a la piel que siempre
fue suya, aunque la llevara escondida. A sus 50 años recibió "esta alegría
inmensa", confiesa.



Coincidentemente su identidad se revela en las cercanías que otros aniversarios
50 se festejan: en abril, la victoria del pueblo en Playa Girón y en junio, las
cinco décadas del Ministerio del Interior. Moisés el hombre forjado en el
combate silencioso me sonríe. Parece un adolescente feliz, semejante a aquel
que un día estudió en la vocacional Lenin y que en este preciso minuto de los
reconocimientos recuerda que "la
Lenin y el agente Vladimir tienen mucho que ver", y une
a esa idea otra que le brota urgente: "Fidel nos regaló esta escuela, eso
para mí tiene un valor excepcional, porque ese fue el mayor regalo que me hizo
en la niñez, en la juventud y en la adolescencia, esta formación fue realmente
motor impulsor, fue la constante para que yo siempre tuviera presente estos
años de la Lenin".



¿Lo más difícil?, pregunto en el round final de nuestro encuentro.



"Que me viesen como lo que no era. Me ocasionó disgustos y tristeza. Pero
ya estoy con la mente tranquila, porque además sé que en este minuto otros
cubanos pudieran estar haciendo lo mismo. Mi país jamás estará
desprotegido."



ADUANEROS RECONOCEN A MOISÉS



Para Moisés Rodríguez Quesada continúan las emociones. En la mañana de este
lunes recibió el reconocimiento del sector al que pertenece: la Aduana General de la República de Cuba.



José Luis Muñoz Toca, jefe de la
Aduana en el Aeropuerto Internacional José Martí expresó la
admiración de sus compañeros de trabajo y dijo que su ejemplo en el
cumplimiento del sagrado deber de defender a la patria debe servir a todos los
cubanos, especialmente a los jóvenes.



En lo adelante, según se planteó, Moisés tendrá nuevas misiones: su desempeño
como jefe de turno de Enfrentamiento en el Aeropuerto, lo colocan en la primera
línea de combate y salvaguarda de nuestra soberanía.



Gladys Bejerano, vicepresidenta del Consejo de Estado, Víctor Gaute, miembro
del Secretariado del Comité Central y el vicealmirante Pedro Pérez Betancourt,
jefe de la Aduana
General, participaron en la ceremonia.





FUENTE: DEISY FRANCIS MEXIDOR







 







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