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Continúa impune el crimen de Barbados a 35 años de los sucesos.

Continúa impune el crimen de Barbados a 35 años de los sucesos.

La historia del terrorismo de Estados Unidos contra Cuba colmó su punto
más horrendo con el crimen de Barbados, el 6 de octubre de 1976, en el que 73
personas inocentes perdieron la vida.


Ese día terroristas de la peor cepa, respaldados por el gobierno
norteamericano, hicieron estallar en pleno vuelo el avión CUT 1201, de Cubana
que cayó al mar en las costas de Barbados.



En la aeronave viajaban 11 jóvenes guyaneses, que venían a Cuba para estudiar
medicina, cinco funcionarios de la República Popular Democrática de Corea y 57
cubanos, entre ellos 16 esgrimistas, algunos en edad juvenil, junto a sus
entrenadores, técnicos y responsables.



Ellos representaban lo mejor de la
Isla en sable, espada y florete, y venían llenos de júbilo,
después de conquistar todas las medallas de oro del cuarto Campeonato
Centroamericano y del Caribe de Esgrima, celebrado en Caracas, Venezuela.



Veintiún años era el promedio de edad de los 16 atletas que perecieron en ese
acto de inmunda barbarie.



El más "veterano" era el floretista Jesús Méndez Silva, con 30 años;
la más joven, Virgen María Felizola, con 17. En total siete no alcanzaron vivir
más de 20 años.



Regresaban a su país llenos de orgullo por haber representado dignamente los
colores patrios y deseosos de nuevas incursiones internacionales donde
demostrar su talento.



El floretista Leonardo McKenzie, el sablista Alberto Drake Crespo y las
integrantes del equipo juvenil de florete femenino fueron algunos de los
medallistas.



McKenzie, uno de los que más cualidades deportivas poseía, seguramente habría
regalado muchos éxitos a la afición, pero eso ahora es solo especulación, pues
los terroristas de origen cubano Luis Posada Carriles y Orlando Bosch, junto a
los venezolanos Hernán Ricardo y Freddy Lugo, lo impidieron.



Muchos de estos deportistas estudiaban carreras universitarias, y quizás
habrían llegado a ser eminentes arquitectos como era el sueño de Ricardo Jesús
Cabrera, o bióloga, que era el objetivo de Nancy Uranga Romagoza, quien además
estaba embarazada.



También pudo haber salido el poeta oculto que llevaba dentro José Ramón
Arencibia Arredondo, pero nada de eso lo sabremos, manos criminales se
encargaron de interrumpir alevosamente sus sueños.



La muerte de aquellos jóvenes tuvo una repercusión directa en la esgrima de la
mayor isla del Caribe, pues interrumpió un ciclo competitivo que demoró en
restablecerse.



Varios años duró la sequía de medallas en la esgrima cubana que tuvo que
esperar hasta la plata por equipos conquistada en el Campeonato Mundial de
Francia-1982.



El atentado fue una estocada por la espalda, un zarpazo a traición, o más bien,
un golpe bajo organizado y efectuado por elementos de la peor calaña con el
apoyo de la Agencia
Central de Inteligencia.



Estos atletas dejaron de existir en la flor de su juventud y ni tan siquiera
pudieron compartir la alegría de la victoria con los suyos, porque la bomba
segó sus vidas.



Los principales responsables salieron impunes, Posada Carriles se "fugó"
de la cárcel y Bosch fue absuelto no porque se probara su inocencia sino debido
a que el tribunal, "adujo detalles administrativos" acerca de la
traducción del inglés al español para desestimarla.



Bosch falleció este año en Miami sin arrepentirse de sus actos y Posada
Carriles camina libremente por las calles de esa ciudad impune y amparado por
el gobierno estadounidense y la mafia cubano-norteamericana, entidades que
niegan el reclamo venezolano para hacer justicia.





 



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